Director, editor, redactor

Estudié en el Colegio San Ignacio y posteriormente me gradué en la Universidad Alberto Hurtado. Realicé cursos de televisión y expresión corporal en la Universidad Católica de Río de Janeiro en Brasil.

12/10/2005

Niñitos rubios hijitos de papá...



Hay quienes señalan que la “discotec Nato” era un antro de la perdición; el punto de reunión de jóvenes púberes “hijitos de papá” que hacían y deshacían lo que querían. Y en cierta forma lo era… pero a su vez, era mucho más que eso.

Ya hace un año que el Nato fue cerrado para construir un pub-restaurant del adulto joven zapallarino llamado “la Marmita de Pericles”. Un lugar que para entrar debes tener una calva prominente y una abultada billetera. Un lugar donde los “juguitos de frutas” y las pizzas de antes se convirtieron en “daikiris” de cinco lukas y piscolas de 4; y donde los amores fugaces de quinceañeros, pasaron a ser planes de matrimonios de aquellos que se les está pasando el cuarto de hora.

Crecí en el Nato. Me enamoré en el Nato. Me asusté con el “Nato”. Aquel lugar está dentro del inconciente y el conciente colectivo de una juventud. Puedes haber sido cliente frecuente, o nunca haber ido, pero todos saben qué significa el Nato… y creo, todos lo echan de menos.

Sí, para ir al Nato había que ser púber, pendejo y con ansias de “top”. Septiembre, enero o febrero eran las mejores épocas. Se llenaba de “niñitos bien”; aquellos que hacían hora en el ecuestre y después subían por la calle de la iglesia para comer papas fritas en el “Pollo con chaleco” (o “Pollo con polar”, para algunos). Yo era uno de esos. Mis amigos eran de esos; y no tengo susto de reconocerlo, porque la verdad, era una época increíble.

Ir al Nato significaba mucho más que salir a bailar. Musicalmente, era volver a la época dorada de la música bailable; esa que se regocijaba con “Solo veo Inocencia”, “La rubia en el avión” o “Era Muda”. Sonaba un desconocido Meneguzzi, pero todos sabían la letra. Y cada uno de los presentes saltaba al son de “Volantín”. Era magia; magia pura.

Fugaces recuerdos me vienen a la mente cuando hablo del Nato. No solo aquella particular (más patética que particular) historia de la mujer más linda que he visto (historia que algún día escribiré) pero que su nombre no quiero recordar. Solo un dato: la miré, me miró. La volví a mirar y me devolvió la mirada. Ella sonrió. Se acercó y... no me salieron las palabras. Arranqué derrotado.

Recuerdo también haberle entregado una flor a una desconocida pero guapísima niña el 14 de febrero; niña que tiene los ojos más lindos que hasta el día de hoy he visto… Recuerdo haber comido las pizzas más ricas del mundo. Qué Pizza Hut; qué domino’s pizza?? Las pizzas del Nato eran y son las mejores que he probado… Recuerdo haber sostenido el record de rechazos seguidos para bailar en una noche: 10 rechazos (de un total de 13 en la noche)… Recuerdos van y vienen. Era magia; magia pura.

Siempre se catalogó al Nato como un lugar de peleas de niñitos rubios con mucha plata. Siempre se dijo que los que iban era para reventarse; solo para reventarse. Pero había quienes íbamos a pasarlo bien. Había quienes íbamos a regalar flores, bailar “Eres el fin del mundo” o simplemente a pasar un rato agradable. Había quienes íbamos a enamorarnos, a reír o a hacer el ridículo. El Nato era magia; magia pura… y lo defenderé hasta la muerte.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ta bueno tu blog, sigue escribiendo, parece que te encanta tu carrera, qeu bacan eso. Felicitaciones